CONVIHVIENDO: LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Ha dado positivo en VIH. Así comienza la mayoría de las vidas de las personas que viven con VIH. Con una frase corta y fulminante. “¿Me voy a morir? ¿Quién me lo ha “contagiado”? ¿Qué le digo a mi familia y a mis amigos? Aparecen los miedos, las inseguridades, los bloqueos y demás emociones que nos desarman y desbordan. Los recursos, herramientas y fortalezas que nos ayudan en este camino no suelen educarse en las familias ni en los colegios. Podremos ser las personas más elocuentes, carismáticas e inteligentes del mundo, pero, ¿nos sirven los sobresalientes del instituto para convivir con el virus?
Como ya sabremos la mayoría, el VIH es el Virus de la Inmunodeficiencia Adquirida, algo muy diferente, gracias al tesón humano y el avance de la ciencia, al SIDA, que es el Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida. Tener el VIH a día de hoy no es correlativo a padecer dicho síndrome al poco tiempo de contraer el virus.
Entonces, si hay tratamiento para detener el avance del VIH, ¿por qué tengo miedo? O mejor dicho, ¿de QUÉ tengo miedo?
El estigma que se arroja sobre el VIH es un conglomerado de variables y constructos de índole sociocultural y psicológica, donde tienen mucho que ver los medios de comunicación. “El VIH es cosa de maricones y drogadictos” o “seguro que te lo merecías por vicioso” son frases que a día de hoy perduran en el tiempo y seguimos escuchando. El VIH no entiende de orientación sexual, entiende de hábitos y de prácticas.
¿CÓMO mediamos con este estigma? INTELIGENCIA EMOCIONAL
La inteligencia emocional se puede definir como aquella capacidad, característica y potencial del ser humano para poder gestionar, identificar, comprender y modular las emociones, desde las más básicas hasta las más complejas. Varios autores han investigado mucho sobre la Inteligencia Emocional, como Mayer y Salovey, que definen dicha capacidad de la siguiente manera:
“la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual” (MAYER & SALOVEY, 1997).
Estos dos autores hacen hincapié en una de las funciones que como profesional considero más importante: ADAPTATIVA
Nuestra inteligencia, incluyendo la emocional, nos permite adaptarnos al medio que nos rodea. Un medio que, con respecto al VIH, sigue lleno de estigma, rechazo y repulsa de las personas que viven con el VIH. Es por ello que se tengan en cuenta estas dos variables a la hora de abordar el marco ecológico de la persona con VIH.
En cuba, los autores Suárez Iglesias, Dailys, Peñate Gaspar, Arelis y Crespo Martell, Yaimy, hicieron un estudio con personas recién diagnosticadas con VIH, por un lado, y por otro, con personas que llevaban un año conviviendo con el virus. A ambos grupos se les pasó instrumentos como el STAI, para medir ansiedad, o el BDI, para medir una posible depresión. Los resultados demuestran que las personas que llevan un año con el VIH diagnosticado puntuaban menos en depresión, ansiedad o conductas patológicas. Esto puede achacarse a diferentes variables, muy pocos sucesos son unicausales, sino que es un conglomerado de variables las que provocan, en este caso, las que han mejorado la situación personal de estas personas, como el paso del tiempo conviviendo con el virus y lo que supone en la sociedad, la asistencia a grupos de apoyo mutuo o al psicólogo, así como una red social fuerte que le aporte apoyo informativo, económico y emocional.
La ansiedad y el miedo patológico, así como las enfermedades y síndromes del estado anímico, tienen mucho que ver con nuestra inteligencia emocional. La intervención multidisciplinar, dando mucha importancia a la psicopedagógica dentro del equipo interventivo, debe potenciar nuestra inteligencia emocional y darnos recursos para afrontar nuestra nueva condición. De esta manera, los miedos y las inseguridades irán disminuyendo hasta el punto de no ser un impedimento para vivir. No olvidemos que el objetivo no es que desaparezcan del todo, porque es más que normal, y a mi parecer debe ser así, que de vez en cuando aparezcan. Debemos aprender a tolerar y comprender que lo malo y lo negativo también forma parte de la vida, lo malo es cuando aparecen más de la cuenta, son más intensos de lo que deberían ser, y nos limitan en infinidad de situaciones personales y sociales. La lucha está siempre ahí, una vez que entendamos que es una etapa nueva en la vida que se debe aceptar y abordar, se puede lograr la estabilidad psicológica, social y comunitaria.
Y así, convihvir.
Por José Alberto Medina Martín, creador de ©SexEsteem Psicólogo, sexólogo, terapeuta sexual y de pareja Especializado en autoestima y psicología positiva